martes, 27 de diciembre de 2011

La llamada del lobo.

Hoy no traigo ilustración, sino un texto escrito a partir de un sueño recurrente. Lo he trasladado al papel (digital) lo mejor que he podido. Espero que os guste.




LA LLAMADA DEL LOBO


Es de noche y es una noche fría. El aire helado quema mi garganta. Jadeo. Suspiro. Veo el vaho que sale de mis fosas nasales. Estoy corriendo y siento calor. Y frío. Y me gusta.



Huelo la sangre y corro aún más. Mis pulmones están al límite. Mis pies están fríos por la nieve y el hielo. Pero sigo corriendo. La huelo. La sangre.



Oigo su respiración. Está más cansada que yo. Mi presa. Jadea incesantemente y su respiración es entrecortada. Está al límite.



De repente me doy cuenta. No tengo pies, sino zarpas. No tengo nariz, sino hocico. Corro a cuatro patas, no a dos. Mi lengua cuelga de mi boca abierta. Soy un lobo. Soy el lobo.



Voy corriendo esquivando árboles y matorrales. Mis patas se hunden en la nieve una y otra vez. Pero no paro porque huelo la sangre. Su sangre. Mi presa.



Mi boca tiene un sabor agrio y metálico, pero también dulce. El sabor de la sangre. Su sangre. Y la mía se calienta aún más. Acelero al límite de mis fuerzas.



Mis músculos parecen incansables. Están muy doloridos, pero el olor y el sabor me impiden parar. El olor y sabor de su sangre. Ya casi es mía. Está más cansada que yo. Está herida. Yo la he herido. Ya casi es mía.



Miro hacia arriba y veo una luz redonda y grade. La luna. Y ella me ve a mí. De repente siento miedo. Y atracción. Odio y amo a la luna de una manera grotesa. Pero sigo corriendo. Ella me llama más que la luna ahora mismo. Ella. Mi presa. Ya casi es mía.



Ya la veo. Su olor es más fuerte si cabe. Su sangre me llama con más fuerza. Y mi boca se hace agua. Su sabor se intensifica. Y su olor…su sangre…ese olor impregna todo. Me ciega. No puedo más. Pero sigo. La tengo. Pocos metros. Ya casi. Doy un último acelerón. Salto. Muerdo. Araño. Agarro. Grita. Mía. Y la luna brilla. Y yo aullo. A la luna. A la noche. Al frío. Es mi presa. Su sangre. Y su olor...